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Usuario:Muwatallis II/Taller/002

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Campaña de los corsarios
Guerras de independencia hispanoamericanas

Ilustración que muestra a un corsario chileno atacando en alta mar a embarcaciones de bandera española.
Fecha 1817 - 1821
Lugar En el Pacífico y Atlántico, América.
Resultado Éxito de las acciones corsarias.
Consecuencias
  • Declinamiento sucesivo del comercio español en el Pacífico y el Atlántico americano.
  • Fracaso de la Real Armada española en sus intentos por detener a los corsarios.
  • Fin del dominio absoluto que tenían los realistas en todo el Pacífico americano.
  • El Estado de Chile obtiene recursos de la guerra de corso.
  • Problemas internacionales de Chile con algunos países neutrales por el corso.
Beligerantes
Bandera de Chile (1818) Gobierno de Chile
Monarquía española
Fuerzas en combate
Bandera de Chile Corsarios al servicio de Chile Bandera de España Real Armada española
Bandera de España Ejército realista en América

La campaña de los corsarios de Chile se refiere a una serie de acciones navales ejecutadas durante el desarrollo de las guerras de emancipación hispanoamericanas por buques armados por privados, chilenos o extranjeros, que arriesgaban sus capitales y tripulaciones para realizar ataques preferencialmente al tráfico comercial español tanto en el Pacífico como en el Atlántico americano. La actividad corsaria fue impulsada desde 1817 por el naciente Estado de Chile, bajo el gobierno del director supremo Bernardo O'Higgins, primordialmente para entrabar la libertad de navegación que tenían los buques de bandera española, mercantes y también de guerra, que operaban principalmente en el Pacífico.

La acción de los corsarios fue todo un éxito, pero sus operaciones tendieron a declinar en 1819 debido a que el gobierno chileno empezó a restringir el corso por la imperiosa necesidad de robustecer su marina militar. Aun así existen antecedentes de corsarios que habrían seguido operando hasta 1821.

Antecedentes

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Al iniciar la guerra de emancipación chilena en 1812, los revolucionarios de Chile habían carecido de una fuerza naval respetable para hacer frente al impulso contrarevolucionario proveniente del Virreinato del Perú.[1]​El gobierno no había ejecutado ninguna medida activa para defender sus costas, ya sea con una fuerza naval formada a partir de sus propios recursos o otorgar patentes de corso para estimular a los particulares. Cabe señalar que el Reglamento Constitucional Provisorio de octubre, promulgado por el gobierno del general José Miguel Carrera, contenía una referencia a la facultad de armar buques en corso, siendo el primer cuerpo regulatorio nacional que trató esta materia.[2]

El virrey José Fernando de Abascal, que ostentaba el cargo en esos momentos, siendo más enérgico en la ejecución de medidas tendientes a realizar acciones ofensivas contra al gobierno revolucionario de Chile, había otorgado desde mediados de ese año patente de corso a quienes estuvieran interesados en hostilizar las costas chilenas. Concurrieron entonces varios privados con sus buques a este llamado, quienes empezaron a realizar bloqueos a los principales puertos chilenos y a dañar su incipiente comercio que se había liberalizado.[3]

En 1813 el gobierno revolucionario recién había intentado cambiar la situación naval, que era favorable a los realistas, con la compra y fletamiento de buques comerciales para armarlos en guerra y hacer frente a los buques corsarios del virrey, pero un desafortunado sabotaje frustró la tentativa. Desde ese momento las autoridades chilenas no realizaron ningún nuevo intento por cambiar la situación, lo que provocó que los realistas se hicieran con el absoluto y expedito control del Pacífico, aumentando también sus fuerzas navales con la compra o fletamiento de buques mercantes para armarlos en guerra y con algunos buques de guerra enviados desde España.

El control del mar por parte de los realistas permitió trasladar fácilmente a Chile los medios necesarios para organizar un ejército en el sur de esa región, y lograr reconquistar todo el territorio a finales de 1814 con la decisiva batalla de Rancagua, dando término al periodo conocido como la Patria Vieja para dar inicio a la llamada Reconquista.

A comienzos de 1817 se produce la batalla de Chacabuco, triunfo revolucionario que tiene como consecuencia la instauración del gobierno independentista en Chile. Con ello asume como director supremo Bernardo O'Higgins, quien entre sus variadas preocupaciones, estaba el control que ejercían los realistas del mar sin oposición alguna. Esta situación de peligro, ya que todos los intentos de reconquista desde el Perú venían por mar, generó la necesidad de volver a disputarles el control marítimo.

Impulso y reglamentación de la actividad corsaria

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El director supremo Bernardo O'Higgins fue el que impulsó en Chile la realización de la guerra de corso contra los realistas.[4]

La actividad corsaria en Chile empezó a surgir debido al éxito de otros gobiernos independentistas que se valieron de este medio para hacer la guerra en el mar y por la iniciativa de los privados del país que se vieron alentados por el espíritu aventurero, el patriotismo y por las ganancias económicas que podían obtener. Al darse aquellas motivaciones el gobierno chileno dio el impulso a esta actividad mediante su regularización, obteniendo de esa forma un medio para hacer la guerra en el mar a los realistas ante la carencia de una marina de guerra. Sin embargo, el gobierno se hallaba igualmente en proceso de organizar una marina militar como fuerza definitiva.

El 20 de noviembre se aprobó un Reglamento provisional de Corso, muy similar al dictado en las Provincias Unidas del Río de la Plata el 15 de mayo del mismo año, que a su vez se hallaba fundado en la Ordenanza española de Corso de 1801. El reglamente contenía 46 artículos en donde se establecían variadas materias como; requisitos para conceder patente de corso, disciplina naval, penas aplicables por determinados delitos, honores y privilegios de igual clase que los que tenía la marina militar, distribución de presas, entre otros asuntos de importancia.[5]​También establecía una detallada definición de las presas legitimas e ilegitimas y creaba un tribunal de presas cuyas decisiones eran apelables al director supremo.[6]

Este reglamento también fue aplicado en algunos de sus preceptos a la naciente marina chilena, esencialmente en lo relativo a la captura de presas. Sin embargo, no se debe confundir la naturaleza de ambas instituciones por una extensión que hace la norma para regular el apresamientos de buques enemigos. Cabe señalar que la aplicación de este reglamento sería luego superado en algunos puntos por la aprobación de el Reglamento de Presas del 26 de enero de 1819, basado en las normas de la Royal Navy, y luego se llevarían a cabo nuevas modificaciones realizadas por el senado consulto el 2 de junio de 1821. Estos cambios alteraron materias puntuales como la distribución de las presas, el comportamiento de los corsarios y la conformación del tribunal de presas junto con su procedimiento.

El Estado, los propietarios y los armadores de buques corsarios

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Teatro de operaciones y corsarios identificados

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En el Pacífico

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Las embarcaciones corsarias que operaron en el Pacífico con bandera chilena fueron habilitadas primariamente por individuos del país que obtuvieron patentes de corso directamente del gobierno chileno, y secundariamente por personas de otros puntos de América que obtuvieron patentes de corso chilenas de las comisiones del gobierno enviadas a aquellos lugares. Los buques corsarios habilitados en el país salieron de los puertos de Valparaíso y Coquimbo, sobre todo del primero, y del extranjero se han identificado corsarios saliendo del puerto de Buenos Aires hacia estas latitudes. Se sabe que los corsarios en este mar hostilizaron la extensión de costa que va desde Chile hasta México, pero concentrando la mayoría de ellos sus ataques en las costas peruanas, guayaquileñas y panameñas.

Zonas hostilizadas por los corsarios chilenos en el Pacífico
Las costas del Virreinato del Perú y la Real Audiencia de Quito fueron las más afectadas por la variedad de corsarios que la rondaron.
En las costas de Colombia no hubo un gran despliegue de corsarios que la hostilizaron, pero uno de ellos llamada Rosa de los Andes realizó intensas operaciones.
Luego de las costas del Perú y Quito, el de Panamá sería una de los más afectadas por los variados corsarios que la rondaron, declinando de esa manera el comercio que había estado floreciendo durante la última década en su área del Pacífico.
Las costas de México y Centroamérica también fueron alcanzadas por algunos corsarios.

La actividad corsaria en el Pacífico ha sido mayormente referenciada por la historiografía chilena por tener una relación directa con el desarrollo marítimo de Chile y por la importancia estratégica de sus operaciones al ser este mar un frente de guerra directo para el país, aunque la información existente sobre ella ha sido algo precaria debido a los pocos registros documentados que hay como para poder identificar a todos los corsarios, tener el detalle de todas sus operaciones y la cantidad de presas.

Cuadro de buques corsarios identificados
Nombre Otros nombres[nota 1] Tipo Desp. Cañones Propietario o armador[nota 2] Capitán corsario Años de operación Presas identificadas por su nombre[nota 3] URL
Nuestra Señora de las Mercedes Death or Glory o La Fortuna Lancha 20 t 0 Budge y MacKay Guillermo MacKay 1817 Minerva [1]
Minerva - Barca 325 t 12 Budge y MacKay Guillermo MacKay 1817 Santa María de Jesús [2]
El Chileno Adeline Bergantín - 12 Felipe Santiago del Solar Enrique Santiago 1817-1819 Zaeta, San Francisco de Paula, Vigilante, Litre, Mercedes, Diamante, Inspectora, San Antonio, Bolero y Cazadora [3]
La Fortuna Catalina Goleta 180 t 10 Guillermo MacKay Santiago Hurrel 1818 Gran Poder de Dios, Pensamiento, Rosario y San Miguel [4]
Nuestra Señora del Carmen Furioso Goleta - 1 Manuel Antonio Boza - 1818 Nuestra Señora de los Dolores, Gobernadora y Machete [5]
Rayo Bergantín - - - - 1818 - -
Santiago Bueras Bruja de Lancaster Bergantín 200 t 12 Gregorio Cordovéz Juan Brown 1818-1819 Los Ángeles, María Gracia, Manila, Ruperto y Resolución [6]
El Cachucho - Bergantín - - Fortel - - - -
Maipú Lanzafuego Ariel Bergantín - 14 José María Manterola Juan Lafarya 1818 San Antonio, Providencia, Buena Esperanza y Carbonero [7]
Congreso - Goleta - 14 Juan Pedro Aguirre Francisco Fournier 1818 Empecinado, Leal, Golondrina, San Pedro Regalado y Europa [8]
Salvaje[nota 4] - Bergantín - - - - - - -
Rosa de los Andes Rose y Los Andes Corbeta 400 t 36 Estado de Chile Juan Illingworth 1819-1821 Los Tres Hermanos, Cantón, Resolución, Ana, Liberabo, Nuestra Señora del Carmen y Dolores [9]

También existen otros corsarios medianamente identificados o posibles. A finales de 1817 se le concedieron dos patentes de corso al comerciante rioplatense Juan Pedro Aguirre por medio de su agente comercial en Chile Tomas Rosales, de la misma nacionalidad y que realizaba actividades mercantiles en la zona. Uno de los corsarios con bandera chilena armados por Aguirre habría sido la veterana goleta Congreso que salió de Buenos Aires el 20 de febrero con rumbo a las costas chilenas.[9]

Otro caso de ese mismo año fue la actividad desplegada por el comerciante chileno Gregorio Cordovez que compró en el ya mencionado puerto rioplatense los bergantines Teodosio y Bruja de Lancaster para armarlos en corso, aunque solo parece haber sido armado como corsario el segundo con el nombre de Santiago Bueras. También había logrado conseguir para la causa al veterano bergantín Atrevido del Sud, pero debido a un incidente en las costas rioplatenses en que fue capturado por buques de guerra del Reino de Portugal no pudo concretarse su servicio a Chile. También un individuo chileno de apellido Chacón junto con algunos connacionales habrían comprado y armado otros buques para el corso.[10]

A mediados de 1818 también se le concedieron patentes de corso al ciudadano chileno Estanislao Lynch que pretendía poner en el mar seis embarcaciones corsarias, y al comerciante rioplatense Felipe Arana, en nombre de tres connacionales de Buenos Aires, para echar a la mar otros dos corsarios con bandera chilena. Se desconoce si realmente llevaron a cabo sus proyectos de corso.

Igualmente en ese año el gobierno chileno y algunos comerciantes de Valparaíso pensaron en utilizar para el corso a la fragata Lautaro, sobre la cual mantenían una propiedad mancomunada desde su adquisición en abril, pero el 3 de junio el gobierno compró las acciones de los comerciantes pasando a ser de su exclusivo dominio y para su naciente marina militar.[11]​A esto debe agregarse que algunos comerciantes asociados del puerto de Coquimbo, entre ellos Cordovez, compraron también en el mes de abril una corbeta americana llamada Abon para hacer el corso con el nombre de Coquimbo y con la debida autorización del gobierno. Sin embargo, esta corbeta terminó siendo vendida el 14 de julio al Estado chileno para integrar su marina militar con el nombre de Chacabuco.[nota 5]

En el Atlántico

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La actividad corsaria desplegada por Chile en las costas del Atlántico americano es casi incipiente en cuanto a la información que maneja la historiografía chilena. Pero existen algunos corsarios que han sido identificados en ese mar con patentes de corso chileno entregados por agentes intermediarios del gobierno.

Uno es el caso del marino francés Louis-Michel Aury, que desde 1812 operaba en el mar del Caribe como corsario de los patriotas venezolanos y colombianos. El 3 de junio de 1818 este marino francés recibió patente de corso de los gobiernos chileno y rioplatense por medio del clérigo chileno José Cortés de Madariaga, que se encontraba en esas tierras desde el inicio del proceso emancipador en la América hispana y había sido nombrado en 1817 embajador plenipotenciario por ambos países. El capitán Aury operó siempre en el Caribe desde sus bases establecidas en las islas de Providencia y Santa Catalina con una escuadrilla que alcanzó a contar con catorce embarcaciones.[12]

Otro caso tiene que ver con la abundante cantidad de buques corsarios que salieron de los puertos de la costa oriental de Estados Unidos para atacar el comercio español en el Atlántico hasta incluso llegar a las costas peninsulares, y que el gobierno local difícilmente pudo detener para no afectar su propia neutralidad. A mediados de 1818 había salido desde Buenos Aires a ese país el comerciante porteño Manuel Hermenegildo Aguirre en representación de los gobiernos chileno y rioplatense, llevando consigo varios encargos, entre ellos la de extender veinticinco patentes de corso chileno y otras tantas del gobierno rioplatense a los armadores privados de la zona.[13]​Se desconoce a grandes rasgos el detalle de las gestiones de Aguirre respecto a este asunto, pero dada la cantidad de naves corsarios que salieron de puertos estadounidenses es posible vislumbrar su buen resultado. Se ha identificado a un corsario chileno saliendo del puerto de Baltimore, una goleta llamada Hornet.[14]

Características de los corsarios

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Embarcaciones

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Embarcaciones comunmente utilizadas para hacer el corso
Bergantín
Goleta

Las embarcaciones más utilizadas para hacer el corso fueron el bergantín y la goleta, incluyendo el derivado de ambos, el bergantín-goleta. Aunque excepcionalmente de los corsarios conocidos hubo un buque de menor calado, la lancha Nuestra Señora de las Mercedes, y de mayor calado, la corbeta Rosa de los Andes que tenía además arboladura de fragata. Estos buques se caracterizaban por ser de gran andar y maniobrables, lo que los hacia adecuados para la guerra de corso.

Este de tipo de buques que hicieron el corso eran generalmente de construcción británica o estadounidense, planeados esencialmente para el comercio de cabotaje pero adaptados por sus propietarios o armadores para la guerra. Excepcionalmente el buque podía ser en esencia de guerra como la corbeta antes mencionada.

comandantes y tripulaciones

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Los capitanes corsarios al igual que la oficialidad eran en general marinos extranjeros de nacionalidad británica, francesa o estadounidense que habían llegado a Chile haciendo el comercio, y en algunos casos habían fijado su residencia en el país. Eran marinos dedicados a la actividad comercial con poca o ninguna experiencia de la rama militar naval, supliendo ese vacío con su inteligencia y valentía personal para dirigir la empresa de corso. Sin embargo, hubo excepciones como lo fue el capitán de corbeta Juan Illingworth que había hecho carrera en la Royal Navy.

Las tripulaciones estaban formada por miembros heterogéneos, chilenos y extranjeros, predominando en estos último los de nacionalidad británica, francesa o estadounidense. La marinería de los corsarios era en buena cantidad de extranjeros que también habían llegado al país en los mercantes, luego le seguían voluntarios chilenos. En general todos los miembros de la marinería carecían de conocimiento en la rama militar naval, debiendo forjarse mediante la experiencia del propio crucero de corso.

En algunos casos como la corbeta Rosa de los Andes, a parte de conformar la tripulación la marinería propiamente tal, se agregaba una tropa de desembarco formada por integrantes del ejército de Chile que el gobierno proporcionaba. La oficialidad de esta era extranjera y chilena, mientras que la tropa era totalmente chilena. Estas fuerzas eran veteranas de las campañas terrestres de Chile.

Durante los cruceros de corso también se dio en algunos ocasiones que, individuos de buques neutrales con los que el corsario se topaba y también de las presas que capturaba, se unían voluntariamente a la tripulación corsaria.

Armas y tácticas

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Colaboración con otros gobiernos independentistas en el corso

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Objetivos de la actividad corsaria

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Medidas realistas para hacer frente a los corsarios

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Consecuencias de la actividad corsaria de Chile

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Véase también

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Notas y referencias

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Notas

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  1. Algunos son alias que tenían o nombres anteriores a su servicio de corsario.
  2. Los propietarios o armadores de algunos buques corsarios eran varios individuos que se asociaban, pero en el cuadro solo aparecen los cabecillas que son señalados por la historiografía.
  3. En el cuadro sólo figuran las presas identificadas por su nombre, por lo que el listado no es completo y no muestra todas las presas hechas por algunos de los corsarios. Las presas que figuran en el cuadro son tanto las que fueron capturadas y llevadas a puerto como las capturadas e incendiadas una vez extraído todo su cargamento.
  4. "Citado por Guido en su correspondencia."[7][8]
  5. Se desconoce si antes de su venta al gobierno chileno habría alcanzado a realizar el corso en el mar, ya que contaba desde antes de su venta con la autorización del gobierno para realizarlo.

Referencias

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  1. Carlos López Urrutia, "Historia de la Marina de Chile", págs. 1 y 2
  2. Julio Heise, "Historia de Chile: El Período Parlamentario 1861-1925", Tomo I, pág. 13
  3. Barros Arana, "Historia General de Chile", Tomo VIII, págs. 603 a 612
  4. Alexander Tavra Checura, Pensamiento y visión de la proyección marítima o´higginiana, materializada en la acción de las unidades corsarias, Revista de la Academia de la Historia Naval y Marítima de Chile, Consultado el 1 de enero de 2013
  5. Lizandro Godoy Araneda, El corso en el derecho chileno, Revista Marina, Consultado el 1 de enero de 2013
  6. Carlos López Urrutia, "Historia de la Marina de Chile", pág. 37
  7. Enrique Valdés Puga y otros, "Historia militar de Chile", Volúmenes 1-3, pág. 221
  8. Manuel G. Lugones y otros, "Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza", pág. 490
  9. Horacio Rodríguez, ‎Pablo E. Arguindeguy, "El corso rioplatense", págs. 140 y 141
  10. Sociedad Chilena de Historia y Geografía y el Archivo Histórico Nacional, "Revista chilena de historia y geografía", tomo LIII, n° 57, abril-junio de 1927, págs. 191 y 192
  11. Diego Barros Arana, "Historia General de Chile", Tomo XI, pág. 475
  12. Carlos López Urrutia, "Historia de la Marina de Chile", págs. 47 a 49
  13. Diego Barros Arana, "Historia General de Chile", Tomo XI, pág. 85
  14. Horacio Rodríguez, ‎Pablo E. Arguindeguy, "El corso rioplatense", pág. 241

Bibliografía

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